sábado, 10 de noviembre de 2007

Confesiones de una tristeza

La inmediatez de una fiesta me llena de tristeza, parece que funciona en forma contraria la alegría en mi corazón, al menos ahora.
En verdad que me da gusto que la gente se divierta y quiera ser un poco más abierta a la convivencia pero yo, lo único que deseo en estos momentos de mi vida... es la compañía del amor.
Un cuerpo de caricias y calor, palabras centradas y afectivas, una mirada que se difume en mi cuerpo.
Cómo lucir un rostro sonriente cuando lo que más deseo en este momento es enrrollarme entre las sabanas de mi cama y no salir, no oir, no hablar. Sí, claro, mi felicidad sería completa si me abrazaran los cálidos brazos de un hombre.
Ahondando en estos pensamientos, creo que el dolor de huesos que me tritura desde ayer, es la ausencia del amor. Te he visto y me impulsa una fuerza superior a arrojarme a ti, suplicarte que te quedes y no te vayas más de mi.
No puedo, siento que las personas no me pertenecen como para pretender obligarlas a permanecer a mi lado, espero que algún día, el amor venga de frente, y se acomode en mi vida, con la quietud de un mar después de la tormenta, de una larga ausencia.
Qué se deposite en mi vida con la facilidad de la confianza, de la ecuanime alegría.

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