viernes, 1 de junio de 2007

Las Brujas detrás del Halo

A Nina

Paulo Coelho no es uno de mis escritores favoritos pero sin duda admiro la forma ágil y sencilla que tiene de contar las cosas profundas de la humanidad. Definitivamente, es uno de los autores que estarán en los primeros libros de la adolescencia de mi hija (si es que no se vuelve como yo, hurtando o tomando los libros de mi madre o de cualquier adulto para leer sobre temas que no le interesan a chiquillas), posiblemente así sea.
La bruja de Portobello denota la nula evolución que ha tenido la sociedad y el omiso reconocimiento de la función de la mujer a su paso por el tiempo. Aunque también hay brujos, me congratulo de conocer varios y varias, aquél que pretenda marcar la diferencia siempre estará en riesgo de morir en la hoguera o ser crucificado como Jesucristo.
Me atrevo a asegurar que cualquier mujer u hombre que lea el libro se identificará con los personajes, sino con los protagonistas, con los secundarios o con una combinación de varios (como me ocurrió a mí), y esta certeza nace de, sin herir suceptibilidades, que si eres lector es por que tienes el hábito o simplemente, algún interés particular te llevó al libro y tienes el ánimo de transformar tu mundo y el de los demás, o al menos intentarlo.
Muchos somos los seres que vamos como Superhéroes Anónimos transitando por la vida manifestando el devenir histórico, la pronta dinámica humano-espiritual que nos hará crecer en una salutación global. Pero quiénes son los otros? ciegos? sordos? los malos de la película? Como un gran cuadro de lucha libre nos arremolinaremos en una esquina los técnicos y en la otra, los rudos? Sin esperar las tres caídas sin límite de tiempo doy testimonio de que eso no nos lleva a ningún lado. Todos en su sitio hacen lo que creen correcto, y si seguimos filosofando (en un acto sofista, como bien me decía Francisco que soy) llegamos a nada, por que vivimos en base a reglas para tener un orden, una organización. Reglas que han sido creadas por el propio hombre (nótese que no menciono mujer). Pero, entonces, cuándo vamos las mujeres a asumir nuestra responsabilidad de reeducar a la humanidad? Porque nosotras somos las madres, las que parimos, criamos a los nenes, enseñamos las primeras palabras y las primeras reglas, tanto de hombres como de mujeres. No es nada más descubrirnos en cualquier etapa de nuestra vida y sorprendernos que somos "Athena".
Ayer, mi hija de nueve años, más que sorprenderme me reafirmó lo que es: una niña sabia. Me leyó un párrafo con la descripción de su personalidad. Si desde que la tenía en mi vientre he sentido que ella viene con un destino perfectamente delineado, hoy al regreso de su escuela, hablando de el futuro de la humanidad, me demostró que está consciente de la realidad actual, de su responsabilidad con la sociedad y la función que tiene que cumplir para llevarla al siguiente nivel.
Soy una orientadora de su persona, una facilitadora de su aprendizaje y ella una maestra de la que aprendo mucho y que me fuerza a seguir preparándome para continuar con su destino (con nuestro destino) sin pretender ser su dueña, ni sobreprotegerla ni hacerla mi mundo.
Si actuamos con las nuevas exigencias universales, el porvenir me encanta, ya deseo verlo, disfrutar con optimismo, con aquella alegría que surge de nuestro interior, con fe.
Brujas, hadas, mártires, a veces santas, guerreras, como quieran llamarnos. A pesar de ser señaladas, estamos orgullosas de ello y nos dignifica cada paso que damos, cada alma que trastocamos.
Así sea.

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