viernes, 13 de junio de 2008

En la vigésima tercera mañana de Junio

En la vigésima tercera mañana de Junio
no me has regalado flores nunca más
sólo puedo respirar la brisa del adiós
y la cartelera cinematográfica
me ayuda a tapar los orificios de luz
que se cuelan por las paredes solitarias.

En la vigésima tercera mañana de Junio
al igual que las mil doscientas quince detrás
no me atreví a tocar tu ventana ciberespacial;
esperaré a la tarde con un vaso de licor irlandés
y el humo del tabaco acompañándome en el sofá,
mientras cae la lluvia, cae la lluvia, la lluvia.

En la vigésima tercera mañana de Junio
que voy a hacer si ya no me quieres más;
ya no sé que voy a hacer con este dolor
que trasciende los días absurdos a miles;
sin estrellas que alumbren estas palabras,
con tristezas que ahogan mi corazón.

Sin mediodías que refresquen la carestía
sin papalotes que sobrevuelen mi playa
sin piedras que adormezcan pequeños lagos
sin mantas que cubran la frialdad de tu ausencia
sin guirnaldas que premien la fórmula del hastío
sin pechos que aguanten tanto abandono
sin noches que desaparecen oscuras bajo la luna.


Flor González

13/04/08

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