jueves, 17 de junio de 2010

El cielo no se equivoca

Hoy salgo a caminar como todas las mañanas, a las 7:05. Veo los árboles meciendose, y el viento que golpea mi rostro, juega con mis cabellos y ahi, es dónde comienza todo.
Un diálogo con la naturaleza. Un diálogo con el lenguaje profundo del universo, -al que me dicen, he estado huyendo.
Me tiro sobre el pasto (en contra de mi consciente voluntad, porque debajo del césped viven !gusanos! y los gusanos bolderianos son asquerosamente enormes... iagh!). Me siento a la sombra de un pino y respiro. A lo lejos un joven oriental haciendo taichi y frente a mi: dos enormes cuervos. Grazna uno y al otro, le somos indiferentes. El oriental sigue con sus movimientos "raros".
Bueno, no es que sean raros pero me da flojera describirlos -en este momento.
Antes de sentarme había caminado por la amplia extensión del parque Saint Martin y... olvidé porque lo estaba mencionando. Mmmmm, no recuerdo.
Ah sí, el día de hoy tenía un propósito: encontrar el amor. Algo me mandaba señales en sueños, en películas, canciones, en textos,... de que hoy sería el gran día de ponerle cara al amor. Pero no fue así, al menos no cómo lo esperaba.
El sonido del viento entre las hojas de los árboles me han llamado. El mensaje es claro -cómo lo ha sido desde que tenía 5 años- dedicarme a las cosas de Dios. Mi destino es llevar la palabra de Dios, su ejemplo y su servicio a la humanidad. Una vez más quisiera evitar escuchar, distraerme y no aceptar, disculparme con un -no entendí.
Sé que me trajo aquí para que clarifique mis pensamientos, para que ponga orden en las cosas humanas y eleve lo espiritual de lo mundano. Aun me resisto.
Deseo ser una mujer común. Aquella que tiene hombre o varios amantes; la otra que se entrega sin condiciones y sólo está a la espera de un beso de amor; a la que le es facil dejar una relación e iniciar otra; porqué no soy así?

Leonora. Parte I.

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